Literatura y guerra popular (PDF)

El artista, el literato, el escritor o el narrador no puede ser sólo espectador, debe ser, y de hecho lo es aunque no sea plenamente consciente de ello, actor de su tiempo. En todo lo que está narrado, sea el escritor de la costa, la sierra o la selva, hay, en el fondo, un sentido político y hay que buscarlo si no salta a la vista. Se lo acepte o no, tras todo escritor o artista hay un político, hay un hombre de su tiempo que contiende en la lucha de clases; consiente o inconscientemente se expresan ideas, opiniones y posiciones.

 

Si los contendientes se encuentran apostados a ambas orillas prestos a combatir o en medio de un combate, al escritor, al artista le es imposible navegar en medio del río pensando que llegará incólume a buen puerto, pues tarde o temprano las corrientes superficiales o profundas de su ser lo llevarán a una de las orillas no como espectador pasivo sino como actor convicto y confeso o, en caso contrario, sucumbirá en la vorágine de los acontecimientos. Se puede quebrantar la ley, pero no negarla.

 

Al narrador comprometido y consciente no le basta reflejar la realidad, afila su trabajo en el dominio ideológico y contribuye a cambiar la fisonomía espiritual del hombre y de la sociedad utilizando sus propias ideas; contribuye a transformar la educación, la literatura, el arte y los demás dominios de la superestructura a fin de facilitar la estructuración y centralización de ideas, opiniones y posiciones correctas como una unidad para la acción. Y está bien que sea así. No hay que temer a equivocarse.»