¡CONTRA LAS ILUSIONES CONSTITUCIONALES!
En nuestro escrito Sobre el carácter de la sociedad peruana ¿capitalismo burocrático o simplemente capitalismo?, del 17 de mayo de 2019, escribimos:
Los genios leguleyos del nuevo revisionismo peruano pretenden hacer creer que como no es la burguesía burocrática la que comanda el plan de nueva acumulación originaria del Estado reaccionario, sino la burguesía compradora, entonces ya no hay capitalismo burocrático sino simplemente capitalismo… Es más, ufanos y asombrados por su propio pienso, añaden: la sociedad peruana ha devenido en capitalista dependiente del imperialismo… dentro de una mayor inserción a la globalización, manifestación actual del imperialismo; como si el capitalismo burocrático nunca hubiera sido dependiente del imperialismo; como si la globalización les acabara de caer del cielo, gracias a dios, para convertirla en la manifestación actual del imperialismo. Un juego de palabras carentes de soporte real que presentan como la última chupada del mango; o lo que es lo mismo, como un gran aporte y desarrollo del marxismo…
Hoy, en medio de la crisis política que se desarrolla en nuestra patria con la sucesión de varios Presidentes en pocos días y el zarpazo de la gran burguesía burocrática, estamos viendo, una vez más, cómo los seguidores del camino revisionista en el Perú, lo mismo que los oportunistas y arribistas de todo pelaje político, se aprestan a proseguir cabalgando sobre los hombros del pueblo,
envueltos en viejas y raídas banderas burguesas, tocando trompetas y lanzando al aire alaridos altamente moralistas contra «la corrupción» y a favor de la «convergencia» en torno a una «Asamblea Constituyente donde participen todos los sectores de nuestra sociedad sin discriminación alguna» para que redacte «una Nueva Constitución, Nueva Carta Magna que acabe principalmente con el régimen económico neoliberal»… y, «cerrar heridas y contribuir a superar la fragmentación de nuestro país a través de una verdadera reconciliación nacional para llegar al bicentenario con un país reconciliado…».
Y, sobre «la lucha por la Nueva Constitución», repitiendo las palabras del gran mentor, el renegado Abimael Guzmán, dichas en 1993 para justificar su traición y hacer pasar de contrabando su pútrido «acuerdo de paz» con el Gobierno de Fujimori, afirman: «es lo que necesita el pueblo, la nación y la sociedad peruana en su conjunto.» Lo que, en otras palabras, no es otra cosa más que la negación absoluta el papel del Estado y su carácter de clase para promover a los cuatro vientos la conciliación de clases para acomodarse en el bando de la reacción. Mientras tanto, machacan con la letanía del absurdo algunas frases sacadas de contexto para seguir tomando el pelo al pueblo y vender ilusiones Constitucionales.
Pedimos a nuestros lectores reparar en el contenido de 2 ideas fundamentales de la concepción del proletariado, del marxismo, sobre el Estado y sobre la lucha de clases.
Sobre el Estado.
Lenin escribió en El Estado y la Revolución (1917):
Comencemos por la obra más conocida de Federico Engels: «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado», de la que ya en 1894 se publicó en Stuttgart la sexta edición. Conviene traducir las citas de los originales en alemán, pues las traducciones rusas, con ser tan numerosas, son en gran parte incompletas o están hechas de un modo muy defectuoso.
«El Estado —dice Engels, resumiendo su análisis histórico— no es, en modo alguno, un Poder impuesto desde afuera a la sociedad; ni es tampoco ‘la realidad de la idea moral’, ‘la imagen y la realidad de la razón’, como afirma Hegel. El Estado es, más bien, un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo; es la confesión de que esta sociedad se ha enredado consigo misma en una contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso hízose necesario un Poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del ‘orden’. Y este Poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado» (págs. 177 y 178 de la sexta edición alemana).
Aquí aparece expresada con toda claridad la idea fundamental del marxismo en punto a la cuestión del papel histórico y de la significación del Estado. El Estado es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.
Y en Sobre el Estado (1919), concreta:
«El Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra.»
Sobre la lucha de clases.
Lenin escribe en Federico Engels (1895):
«Engels fue el más notable científico y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en común. Por eso, para comprender lo que Engels ha hecho por el proletariado es necesario entender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx para el desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera, con sus reivindicaciones, es el resultado necesario del sistema económico existente, el cual, junto con la burguesía, crea y organiza inevitablemente al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan actualmente, no por los esfuerzos bienintencionados de algunas nobles personalidades, sino por la lucha de clase del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en esclarecer en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, del cambio sucesivo en el dominio y en la victoria de unas clases sociales sobre otras. Y esto continuará hasta que desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que dichas bases sean destruidas, por lo que la lucha de clases consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.»
En el documento Sobre las dos colinas (1991) del Partido Comunista del Perú, se lee:
[…] Que «el pueblo demanda vida» es artera verdad a medias. El pueblo demanda vida sin desigualdades; no quiere simplemente sobrevivir ni vivir como sea y prefiere morir combatiendo que morir por hambre. ¿»Respeto por los derechos humanos»?, otra falsedad; él exige y conquista los derechos del pueblo con su lucha, con su sangre, porque como al proletariado nunca nada le ha sido dado ni le ha caído del cielo; todos sus derechos los conquista y defiende así. Más aún, sus derechos no son nunca iguales a los de sus explotadores capitalistas burocráticos, sino opuestos y distintos porque son dos clases antagónicas. Invoca el llamado «desarrollo integral», así encubre sistema de explotación y opresión. Y tras «convivencia civilizada» esconde conciliación de clases. Ésta es, en esencia, la posición de clase del obispo Dammert: defensa del imperialismo, del capitalismo burocrático, de la semifeudalidad, de lo que hoy difunden el imperialismo yanqui y su lacayo Fujimori. Está en contra del proletariado y el pueblo; quiere la pacificación para preservar el viejo orden, de ahí su consigna falaz de «Paz y Justicia».
Compárese estos principios del marxismo con la demagógica perorata de la recua revisionista que pretende «cerrar heridas y contribuir a superar la fragmentación de nuestro país a través de una verdadera reconciliación nacional»; y, en especial, con su accionar: «luchar por una Nueva Constitución que acabe principalmente con el régimen económico neoliberal»; claro, todo esto, desde el interior del Estado reaccionario terrateniente-burocrático; a través de su aparato estatal; de su burocracia; de sus fuerzas armadas; de su justicia; de sus cárceles; es decir, a través de la democracia burguesa… y de la manito con su adorada gran burguesía nativa. Como si la gran burguesía, burocrática o compradora, tuvieran muchas ganas de suicidarse políticamente o, por lo menos, de consentir una «nueva Constitución que acabe principalmente con el régimen económico neoliberal»…
Claro, no por gusto el MOVADEF, en su mamotreto «Análisis del régimen económico», arguye:
«Fijar una matriz energética que nos permita un mayor proceso de electrificación. Plantear como necesidad nacional la industrialización de minerales estratégicos, que sirva tanto a la industria y la agricultura. Promover la industria nacional, priorizando la industria pesada y semi pesada, estableciendo cadenas productivas a lo largo del país.
Llevar a cabo la tecnificación y promoción de la agricultura en todo el país. A puertas del Bicentenario, resolver los problemas pendientes como nación, desarrollar la industrialización de todo el aparato productivo (especialmente sectores estratégicos) y que nos permita una mayor soberanía.» (¡sic!)
A esto, y no a otra cosa, se reduce la pomposamente llamada «abolición del régimen económico neoliberal»: un servil e incondicional «gran plan económico» puesto al servicio del desarrollo del capitalismo burocrático; además, quieren la «reconciliación» para preservar el viejo orden y poder seguir desarrollando su tan anhelado simplemente capitalismo.
Y éstos son los que dicen defender el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento gonzalo.
El lector tiene la palabra.
Ediciones Bandera Roja
17 de noviembre de 2020
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