LA COMUNA DE PARÍS, UN ANIVERSARIO MÁS

En la época de 1789 a 1871, es decir desde la Revolución Francesa hasta la Comuna de París, las guerras que se desarrollaban eran guerras de carácter progresista burgués; guerras de liberación nacional, cuyo contenido principal y significado histórico era el derrocamiento y la destrucción del régimen feudal, del absolutismo y del yugo nacional extranjero. Antes de esa época no era posible siquiera hablar del desarrollo de la lucha del proletariado por el socialismo.

Lenin señala:

La matanza de obreros por la burguesía republicana en París, en las jornadas de junio de 1848, demostró definitivamente que sólo el proletariado es socialista por naturaleza. La burguesía liberal temía cien veces más la independencia de esta clase que a cualquier reacción. El cobarde liberalismo se arrastró a sus pies. El campesinado se conformó con la abolición de los restos del feudalismo y se unió a los partidarios del orden, y sólo de vez en cuando vaciló entre la democracia obrera y el liberalismo burgués. Todas las doctrinas del socialismo que no sea de clase y de la política que no sea de clase, demostraron ser un simple absurdo.

La Comuna de París, 1871, completó este desarrollo de las transformaciones burguesas; sólo al heroísmo del proletariado debió su consolidación la república, es decir, la forma de organización estatal en que las relaciones de clase se manifiestan de un modo menos disimulado.

En todos los demás países europeos, una evolución más confusa y menos completa condujo al mismo resultado: una sociedad burguesa que había adoptado formas definidas. A fines del primer período —1848-1871—, un período de tormentas y revoluciones, murió el socialismo premarxista. Nacieron los partidos proletarios independientes: la Primera Internacional, 1864-1872, y el Partido Socialdemócrata Alemán.

Así, la Comuna de París constituye el primer hito en el proceso de la conquista del Poder por el proletariado; es el primer intento de establecer su dictadura. Tomó el Poder pero no pudo retenerlo más de 2 meses y la revolución fue derrotada; sí, pero, colocó su acción política en la orden del día.

Desde que aparece en la historia como última clase, el proletariado lucha en tres planos: el teórico, político y económico.

Los acontecimientos de la Comuna de París fueron analizados por Marx de una manera tan revolucionaria como profunda y certera en La guerra civil en Francia.[*] La Comuna no alcanzó su objetivo por una serie de causas de carácter interno y externo. Marx comprendió que fracasaría por su debilidad pequeñoburguesa y por la falta del Partido Comunista que la dirigiera; sin embargo dijo: no se puede permitir que la moral de la clase sea mellada, no importa cuántos líderes caigan; y, en consecuencia, la apoyó y defendió.

En 1848, Marx y Engels, habían elaborado el Manifiesto del Partido Comunista; en él se establecieron los fundamentos y el programa del proletariado.

Marx, junto a sus magistrales escritos, fue forjando la táctica común de la lucha proletaria de la clase obrera y en 1864, unificando el movimiento obrero de los diferentes países y orientando por el cauce de una actuación conjunta a las diversas formas del socialismo no proletario y premarxista, constituyó la Primera Internacional, la “Asociación Internacional de los Trabajadores”. Por entonces, la doctrina de Marx no era, ni de lejos, la imperante; era sólo una de las numerosas fracciones o tendencias del socialismo.

La caída de la Comuna de París colocó a la Internacional en una situación imposible.

A raíz de la escisión de la Internacional provocada por los bakuninistas —corriente anarquista del socialismo no proletario y antimarxista, que niega la dictadura del proletariado y su partido—, Marx, después del Congreso de La Haya en 1872, consiguió que el Consejo General de la Internacional se traslade a Nueva York. La Primera Internacional ya no pudo seguir existiendo en Europa; había cumplido su misión histórica y dejaba paso a una época de desarrollo incomparablemente más amplio del movimiento obrero en todos los países del mundo con la creación de partidos obreros socialistas de masas dentro de cada Estado nacional.

En sus escritos, Marx y Engels, demostraron que el mérito de la Comuna consistió en la tentativa de destruir, de romper, de hacer estallar, de hacer saltar toda “la máquina del Estado existente”; que suprimía el ejército y la burocracia, lo mismo que el Parlamento; es decir, destruía “la excrecencia parasitaria que es el Estado”.

Esta conclusión fue de tal importancia y trascendental que en 1872 introdujeron una enmienda en el Manifiesto del Partido Comunista.

Aunque las condiciones hayan cambiado mucho en los últimos 25 años, los principios generales expuestos en este Manifiesto siguen siendo hoy, a grandes rasgos, enteramente acertados. Algunos puntos deberían ser retocados. El mismo Manifiesto explica que la aplicación práctica de estos principios dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes, y que, por tanto, no se concede importancia excepcional a las medidas revolucionarias enumeradas al final del capítulo II. Este pasaje tendría que ser redactado hoy de distinta manera, en más de un aspecto. Dado el desarrollo colosal de la gran industria en los últimos 25 años, y con éste, el de la organización del Partido de la clase obrera; dadas las experiencias prácticas, primero, de la revolución de Febrero, y después, en mayor grado aún, de la Comuna de París, que eleva por primera vez al proletariado, durante 2 meses, al poder político, este Programa ha envejecido en algunos de sus puntos. La Comuna ha demostrado, sobre todo, que “la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines”.

Engels en su escrito De la autoridad, publicado en diciembre de 1873, se planteó la siguiente pregunta:

Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?

Y, en el 20° aniversario de la Comuna de París, 18 de marzo de 1891, señaló con magistral certeza:

Últimamente, las palabras “dictadura del proletariado” han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡He ahí la dictadura del proletariado!

En el Manifiesto del Partido Comunista se dice con notable claridad:

El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible las fuerzas productivas.

Lenin lo enseña:

Los trabajadores sólo necesitan el Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento sólo puede dirigirlo, sólo puede llevarlo a la práctica el proletariado, como la única clase consecuentemente revolucionaria, como la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de ésta.
Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, en interés egoísta de una minoría insignificante contra la mayoría inmensa del pueblo.

Las clases explotadas necesitan la dominación política para destruir completamente toda explotación, es decir, en interés de la mayoría inmensa del pueblo contra la minoría insignificante de los esclavistas modernos, es decir, los terratenientes y capitalistas.

He aquí la idea fundamental del marxismo en la cuestión del Estado, a saber: la idea de la dictadura del proletariado y la definición del Estado bajo su dictadura: el proletariado organizado como clase dominante.

Éstos son los principios que diferencia a los verdaderos marxistas de los revisionistas, cultores del cretinismo parlamentario y la democratización de la sociedad.

Saludemos con Marx:

El París de los obreros, con su Comuna, será eternamente ensalzado como heraldo glorioso de una nueva sociedad. Sus mártires tienen su santuario en el gran corazón de la clase obrera. Y a sus exterminadores, la historia los ha clavado ya en una picota eterna, de la que no lograrán redimirlos todas las preces de su clerigalla.

 

 

Ediciones Bandera Roja
18 de marzo de 2021

 

 

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* Obras Escogidas de Marx y Engels, tomo II, página 212.
Consulte, también, en Marx – Engels Correspondencia y en Marx – Correspondencia con Kugelmann. (Dichas obras están en nuestra web).

LA COMUNA DE PARÍS, UN ANIVERSARIO MÁS
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